domingo, 6 de marzo de 2016

¿PUEDE SER LA ARQUEOLOGÍA UN COMPONENTE AUDIOVISUAL SOSTENIBLE EN LA TELEVISIÓN MODERNA?



La televisión es un mercado, y, como tal, está sujeto a sus propias leyes. Se emite lo que los espectadores ven, y si un producto no funciona, se desecha. Ante todo se trata de ganar dinero. Así de sencillo. Éste es el motivo de que los contenidos ofrecidos por las productoras televisivas traten de alcanzar un carácter ligero, llegando a lo banal en muchos casos y rebajándose al empleo del puro morbo por aumentar beneficios. Sin embargo, y aún con todo, ciertos proyectos audiovisuales culturales consiguen ver la luz. No son programas de éxito, pero algunos consiguen un justo reconocimiento, y todos colaboran en una labor educativa, a menudo olvidada, que todas las cadenas televisivas deberían tener en cuenta por pura ética.
Afortunadamente, la televisión está en plena evolución y actualmente ofrece multitud de posibilidades impensables hace apenas 10 años. El modo de verla ha cambiado con la intromisión de Internet, siendo habitual la visión fragmentada de contenidos o el empleo de nuevas plataformas. Un panorama que posibilita la customización propia de la consumición del telespectador y que facilita la difusión de la cultura por medio de lo audiovisual. Apoyándome en esta reflexión, me gustaría comentar algunos de los programas televisivos sobre difusión arqueológica en España.

Consciente de que como televisión pública, su deber es proporcionar un amplio espectro de contenidos, Televisión Española emite con regularidad una programación por medio de su canal La 2 de claro carácter educativo y cultural, entre la cual TVE se ha aventurado más de una vez en el campo de la difusión arqueológica, alcanzando por su calidad e innovación un reconocimiento a nivel nacional e internacional. Estamos hablando de los programas Arqueomanía e Ingenieria Romana.
El primero, presentado por el exministro de Trabajo y Asuntos Sociales Manuel Pimentel, se trata de un programa de divulgación científica al uso, de un corte clásico pero efectivo, encargado de llevar a cabo viajes expositivos por cuestiones arqueológicas de interés.



El segundo, en cambio, es más novedoso. Presentado esta temporada, Ingeniería Romana es una serie documental presentada por el experto Isaac Moreno que apuesta por la realidad virtual y aumentada para explicar los procesos, métodos y recursos constructivos en las obras arquitectónicas romanas. Un programa serio, elegante y espectacular que no ha tardado en ser reconocido por el público.




Fuera de la televisión pública nos encontramos con otros casos mencionables. Raro sería que en el llamado Canal Historia, no hubiera contenidos de difusión arqueológica. Como propuesta patria, en su momento se emitió el programa Arqueólogo por un día, el cual se ayuda del impulso de caras reconocibles para lograr una propuesta interesante. Consistía en poner a un famoso a realizar el trabajo de un arqueólogo durante un día, consiguiendo desembarazarse de la imagen romántica. Una propuesta agradable y agradecida que, sin embargo, no pasó de las 6 entregas.



Rebajando el glamour de caras famosas y alejándose de presupuestos y condiciones adecuadas a los proyectos nos encontramos con el programa Un país en ruinas del Canal 33 Madrid. De todas las expuestas, la propuesta más valiente y con menos recursos. En resumen no deja de ser un grupo de amigos arqueólogos con una cámara recorriendo los yacimientos de la Comunidad de Madrid, apoyándose en plataformas audiovisuales como Youtube. Quizá los medios no sean los mejores, pero se suple con las ganas que este equipo demuestra.



Contestando a la pregunta que da título a la entrada contestaré lo siguiente: SÍ. Un programa de difusión arqueológica puede ser sostenible en una parrilla televisiva tanto en cuanto la manera de ver televisión ha cambiado. Internet ya le ha ganado la partida y es hora de adaptarse. Incluso me atrevería a decir que es viable económicamente si se enfoca de la manera correcta. La clave está en la didáctica. El público está ahí, y sólo hacen falta ganas y tirar de ingenio para lograr un producto de calidad capaz de atraerlo.

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