jueves, 21 de enero de 2016

EL BANDOLERO BELGA

Se suele decir que las cosas nunca son blancas o negras, sino que hay muchas tonalidades de gris.  Quizás la vida de René Alphonse van den Berghe sea un claro ejemplo de ello. Probablemente el nombre no diga nada para la mayoría de gente, pero la cosa cambia si aclaramos que estamos hablando de Erik el Belga, el mayor ladrón de arte de todos los tiempos.
Erik el Belga en 2012. Fuente: 20 minutos
Nacido en 1940 en Nivelles (Bélgica), el Belga pronto acabó compaginando sus labores de anticuario con la de ladrón por encargo. Su trabajo enseguida le permitió el contacto con coleccionistas adinerados interesados en la adquisición de obras poco comunes y fuera del mercado. Así empezó una vida digna de novela que él mismo se ha encargado de difundir.
Su primera detención en España se produjo en Burgo de Osma cuando tenía la intención de llevarse el Beato de Liébana. Pero esto no le amilanó. A la tentativa frustrada le siguieron muchas otras exitosas, entre las cuales se encontraban obras como las tablas de Berruguete en Paredes de Nava (Palencia), el retablo de san Miguel de Aralar o la silla de san Ramón en Roda de Isábena. Finalmente devueltos excepto el último, el cual fue destruido por su banda como venganza a su detención y condena de 35 meses en la cárcel Modelo de Barcelona. Tan sólo se pudieron recuperar algunos fragmentos de un mueble único del siglo IX.

Tablas de Berruguete. Fuente: www.paredesdenava.es
Retablo de San Miguel de Aralar. Fuente: www.unav.es















 
Silla de San Ramón antes y después del robo. Fuente: www.romanicoaragones.com

En total unos 600 robos en Europa reconocidos por él y la mayoría de ellos en España, donde se calcula que el número de piezas sustraídas fueron más de 2000. Un currículum delictivo increíble que se debe principalmente a dos cuestiones: por un lado el alto grado de profesionalidad de la banda y, por otro, la situación de desinterés total por el patrimonio en nuestro país durante las décadas pasadas. No por ello el Belga se defiende como un amante del arte que se limitaba a darle un lugar de merecida admiración y cuidados. Y es aquí cuando aparece la mencionada serie de grises porque, ¿de verdad su pillaje ha supuesto a la larga tanto bien como él mantiene? ¿No ha sido sino una llamada de atención sobre la situación patrimonial del país? Sin embargo, la pregunta más importante es otra ¿Por qué lo hizo? Pues porque podía. Por el descontrol en catalogación y archivística, por el desinterés y la falta de concienciación. Van den Berghe no hacía otra cosa que aprovecharse del vacío causado por la ausencia de un inventario de patrimonio eclesiástico por parte del Estado tal y como se dice en la ley de Patrimonio del 85. Él mismo explica como muchos de sus robos no fueron denunciados porque el mismo párroco no sabía lo que tenía en la sacristía e, incluso, que no todo fueron actuaciones ilegales, sino que también hubo cabida a negocios con párrocos y sacerdotes.

Bien es cierto que desde que salió de la cárcel en 1993 el Belga dejó sus aficiones delictivas para llevar a cabo una labor de restauración y restitución de patrimonio. Pero ante todo no hay que caer en el ensalzamiento del villano. Erik el Belga forma parte de un mundo ya pasado en el que “el malo” era protagonista, defendido y admirado, tal y como pasó con el Lute, el Vaquilla o remontándonos un par de siglos atrás Luis Candela o Andrés López, el Barquero de Cantillana (el verdadero Curro Jiménez). Ese mundo afortunadamente parece ser que se quedó en el siglo pasado. Desde luego que Erik el Belga ha ayudado a la recuperación de numerosas obras que él mismo robó y ha restaurado tantas otras, y su carácter y mentalidad (el típico código moral del ladrón tan difícil de encontrar) incita a la admiración. Sin embargo debemos recordar que con sus andanzas nocturnas antes de atentar contra un valor material lo estaba haciendo contra la propia identidad de las gentes a las que expoliaba, y ese daño es difícilmente reparable.

Enlaces y datos de interés:





Van den Berghe, Rene Alphonse, Por amor al arte: memorias del ladrón más famoso del mundo, Barcelona, Planeta, 2012.